+ -

vendedores de espejos (el oráculo II)

Yo también escuché su voz. Fue en la piedra de un molino machacando aceitunas, en el susurro de las hojas de los olivos, en la luna llena de Jabalcuz, en el aceite de un hoyo, en el azúcar de un ochío, en la madera de un fuerte en la Cañada de las Hazadillas. Fue una madrugada de Jueves Santo, un día de romería, una semana de feria, un año de sol, una vida de cielo azul. A mí también me habló. Me señaló, me llamó, me eligió. Yo también me acerqué a la orilla del Guadalquivir. Me asomé. Y me vi. Solo. No había un pueblo detrás. Solo mi cara reflejada en la Cañada de las Fuentes. Y entonces se fue.

Desde entonces no lo he vuelto a escuchar. Y cada día vuelvo a la orilla a mirarme en el agua. Sí, tal vez sea eso el liberalismo, tan sólo un río sin rostro en el que curamos nuestras cicatrices los que tenemos el gesto herido. El espejo en el que maquillamos nuestros lunares. Tal vez José Carlos, Manel, seamos nosotros el rostro humano del liberalismo. Liberales con rostro. Vendedores de espejos.
5 el buque negro: enero 2005 Yo también escuché su voz. Fue en la piedra de un molino machacando aceitunas, en el susurro de las hojas de los olivos, en la luna llena d...

El oráculo

Sería en el ojo de una vaca, en las espinas de un besugo, en los anillos de un tronco cortado, en la mano ardiente del sogatira, en las entrañas de un ternero, en las redes olvidadas de los náufragos del Cantábrico, en el hierro que Jaungoikoa sembró a sus pies. Debió ser en la tumba de Lelo, en el fantasma de Uchín Tamayo, en las brasas del hogar de Túbal, en la sangre derramada en Beotibar, en los engaños de Maitagarri, en el sueño de Luzaide, en el corazón de Amaya, en las piedras rojas de Arrigorriaga. Fue allí donde escuchó la voz del Padre y comprendió su misión. El caudillo, el elegido, el llamado, el esperado, el Mesías.
Desde entonces acude cada día a la orilla alavesa del Ebro, esperando el momento de alzar su cayado y abrir en dos las aguas del río, para que mueran ahogados los impuros.
5 el buque negro: enero 2005 Sería en el ojo de una vaca, en las espinas de un besugo, en los anillos de un tronco cortado, en la mano ardiente del sogatira, en las entr...
< >